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Radiografía de la Revolución Ciudadana, lo que queda del correísmo

Revolución Ciudadana enfrenta fracturas internas que ponen en duda el futuro del correísmo tras las elecciones de 2025.
La derrota electoral de 2025 abrió una grieta en la estructura de poder del movimiento que dominó la política ecuatoriana durante más de una década. Las fisuras internas que han emergido en la Revolución Ciudadana no solo reconfiguran su bancada legislativa, sino que exponen un conflicto de liderazgos.
En medio del desconcierto que dejó la tercera derrota consecutiva en las urnas, la Revolución Ciudadana enfrenta un conflicto interno que ya no puede ocultarse tras la retórica de unidad. Las pugnas por el liderazgo, la salida de figuras clave y las disputas entre asambleístas y prefectos evidencian un movimiento atrapado entre la nostalgia del poder y la necesidad de reinventarse.

Una cultura vertical del correísmo que no permite disensos públicos de la Revolución Ciudadana
El especialista en comunicación política, Andrés Obando, sostiene que la estructura de la Revolución Ciudadana no admite divisiones visibles. Los disensos internos solo se toleran si se mantienen en privado.

Cuando los cuestionamientos salen a la luz, como en los casos de Marcela Aguiñaga o Aquiles Álvarez, se produce una reacción inmediata desde el buró político. En cambio, críticas como las de la prefecta Paola Pabón, reveladas en los audios del Caso Ligados, no han tenido consecuencias hasta ahora.
Obando explica que emocionalmente cada caso genera reacciones distintas: mientras figuras como Sergio Peña o Ferdinan Álvarez son vistos como traidores y generan rechazo, otros actores como la prefecta del Guayas provocan decepción, pero no hostilidad.

En el plano político, la pérdida de curules y figuras visibles sí afecta al poder institucional del movimiento, aunque no compromete su caudal electoral.

Una purga que no altera el núcleo de poder en la Revolución Ciudadana
Según Obando, lo que ocurre en la actualidad es una purga. El movimiento expulsa a quienes no se alinean con la dirección central, pero su núcleo no se transforma. El liderazgo de Rafael Correa, señala, no se ha debilitado porque el respaldo del 33 % del electorado sigue vigente.

La bancada legislativa sí sufre un deterioro, al perder votos clave. En cambio, la base territorial del movimiento, aunque pueda cambiar de nombres, se mantiene operativa.

Para Obando, quienes confrontan al liderazgo no lo hacen por temor a la irrelevancia, sino por intereses personales, como sucede en el caso de Aguiñaga, que proyecta una posible candidatura fuera del correísmo.

El fin de la hegemonía y el aislamiento político
Maximiliano Donoso-Muller, analista político, interpreta el momento como un punto de quiebre. En su criterio, la Revolución Ciudadana dejó de ser una fuerza hegemónica y ahora es una minoría aislada. Si no logra posicionar una agenda clara, podría quedar relegada en el actual periodo legislativo.

Donoso-Muller identifica un problema estructural en la toma de decisiones. Menciona que, según la asambleísta Noriega, las decisiones se comunican de forma vertical a través de Luisa González y Viviana Veloz, sin que se conozca la composición exacta del buró político.

A su juicio, el correísmo cayó en el mismo error que criticó en sus orígenes: convertirse en una organización con dueños y jerarcas regionales sin mecanismos reales de participación democrática.
Una fractura que afecta a todos los niveles del movimiento
Para Donoso-Muller, todos los actores pierden en esta crisis. El liderazgo de Correa se erosiona como figura histórica y las estructuras territoriales evidencian su desconexión con la militancia. Aunque algunos legisladores siguen alineados con Correa, también hay señales de que varios evalúan abandonar la bancada.

Rafael Correa, el centro que aún no se ha desplazado del correísmo
El analista Jacobo García sitúa el origen del correísmo en el ejercicio del poder. Recuerda que se consolidó como fuerza política al calor del Estado y se estructuró con una lógica vertical y caudillista.

García considera que mientras el movimiento tuvo el control del aparato estatal, logró mantenerse unido. La ruptura con Moreno fue el primer filtro, que dejó a un núcleo más leal. Ese grupo, explica, se mantuvo sin fisuras por años, pero al ganar gobiernos locales y ocupar espacios con autonomía, los vínculos con el liderazgo central empezaron a cambiar.
García también identifica un desgaste progresivo. Aunque reconoce que el control de Rafael Correa se mantiene, considera que cada año hay una mayor desconexión entre su liderazgo y las dinámicas políticas reales del país.

La falta de avance en mecanismos de democracia interna alimenta tensiones incluso entre los cuadros leales. Para García, el correísmo sigue siendo inseparable de Correa, pero en la medida en que él se aleje por razones personales o de salud, su poder también se apagará.

La base que se formó en los primeros años al calor del poder se encuentra ahora desmovilizada, sin recursos ni participación, y es ese espacio el que ha empezado a ser ocupado por operadores que responden a nuevas lógicas políticas.

Fuente: https://www.elcomercio.com/

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