El asesinato de Miguel Uribe se suma a una lista en la que están Luis Carlos Galán, Rodrigo Lara Bonilla, Fernando Villavicencio, Abdón Calderón Muñoz…
La muerte del político colombiano, Miguel Uribe Turbay, dos meses después del ataque que lo dejó gravemente herido, recuerda que la democracia es un bien frágil.
La bala que calló a Uribe Turbay buscó algo más que segar una vida: quiso imponer el miedo como arma. Colombia conoce ese libreto.
36 años después del asesinato de Galán se repiten patrones: amenazas, tentáculos delictivos, disputas…, mientras una sociedad cansada corre el riesgo de normalizar lo intolerable.
No es solo Colombia. En Ecuador, el magnicidio de Fernando Villavicencio en 2023 probó que este tipo de muertes no tienen fronteras. En 1978, Abdón Calderón Muñoz, candidato presidencial, fue asesinado en Guayaquil en medio de un clima de represión y violencia política.
Los contextos o países cambian, pero la constante es la misma: eliminar voces incómodas para condicionar el rumbo democrático. La pregunta no es si habrá más víctimas, sino qué haremos para impedirlas y para que cada crimen sea un punto de inflexión a favor de la democracia.
Los pueblos deben exigir paz con justicia plena, no basta detener a los sicarios. El duelo o la pena deben traducirse en reformas. Es necesario blindar la seguridad de las campañas, fortalecer la inteligencia financiera, pactar protocolos regionales de seguridad…
Uribe Turbay, Galán, Lara Bonilla, Villavicencio, Calderón Muñoz… no pueden ser banderas políticas, sino un recuerdo que sirva para fortalecer la democracia con acciones valientes. Si el miedo dicta el comportamiento en los países, perdemos todos. Es necesario que la verdad prevalezca y la justicia llegue.
Fuente: https://www.elcomercio.com/