Galápagos no es solo un territorio turístico, es un laboratorio vivo que refleja la tensión entre la necesidad de desarrollo.
El anuncio de recursos para la pesca sostenible y la educación ambiental en Galápagos es una noticia que, más allá de los números, representa un recordatorio del papel estratégico que cumplen las islas en la agenda nacional y global. Galápagos no es solo un territorio turístico, es un laboratorio vivo que refleja la tensión entre la necesidad de desarrollo y la urgencia de preservar un ecosistema único en el planeta.
Durante años, la sobreexplotación pesquera, el turismo sin control y el impacto del cambio climático han puesto a prueba la resiliencia de la reserva marina. El hecho de que ahora se asignen fondos específicamente para la pesca sostenible constituye un giro necesario: la sostenibilidad ya no es una opción, es una obligación. En un escenario en que los recursos marinos son cada vez más disputados, el compromiso de proteger las especies y garantizar la subsistencia de las comunidades locales se vuelve central.
Pero la sostenibilidad no se apalanca solo en políticas públicas o en acuerdos internacionales. Requiere una ciudadanía informada y comprometida. Por eso, el énfasis en educación ambiental es quizás el elemento más transformador del anuncio. Si las futuras generaciones entienden desde temprano la fragilidad del ecosistema insular y la necesidad de conservarlo, será posible construir un modelo distinto, uno que no enfrente producción con conservación, sino que los articule en un círculo virtuoso.
El reto está en que estos recursos no se diluyan en burocracia ni en proyectos aislados. La historia del Ecuador nos ha demostrado que muchas veces la voluntad política inicial se estanca en el camino de la ejecución. Galápagos no puede darse ese lujo. Cada dólar invertido debe traducirse en resultados concretos: mejores prácticas pesqueras, controles más efectivos, turismo sostenible, jóvenes con conciencia ambiental y comunidades que vean en la conservación no una traba, sino una oportunidad.
La mirada del mundo siempre estará puesta en las islas. Lo que allí ocurra será observado como un termómetro de cómo un país pequeño puede gestionar un patrimonio natural de valor incalculable. Ecuador tiene en Galápagos un desafío, pero también una carta de presentación. Si logramos demostrar que es posible armonizar la pesca con la conservación y la educación, estaremos dando un mensaje poderoso: que el desarrollo sostenible puede pasar del discurso a la práctica.
La asignación de recursos, por tanto, no es un punto de llegada, sino de partida. Galápagos nos exige ser coherentes, nos obliga a pensar a largo plazo y nos recuerda que el futuro del país también se juega en esas islas que inspiraron a Darwin y que hoy interpelan a la humanidad la oportunidad de un futuro sostenible.
Fuente: https://www.elcomercio.com/