Su herencia no solo queda en sus mensajes considerados como polémicos, sino también su austeridad y el diálogo interreligioso.
Francisco, el único pontífice latinoamericano en la historia de la Iglesia católica, será recordado no solo por su origen, sino por un liderazgo que desbordó los límites tradicionales del Vaticano.
Su papado, de más de una década, dejó una huella marcada por una cercanía inusual y una firme voluntad de cambiar el mensaje católico.
“Si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”. La frase, pronunciada a bordo del avión que lo devolvía a Roma desde Río de Janeiro tras la Jornada Mundial de la Juventud de 2013, aún resuena en la conciencia colectiva.
No fue la única declaración que generó revuelo. “A veces es mejor ser ateo que uno de esos católicos que van a misa y luego viven odiando a los demás”, dijo con la claridad de quien no temía incomodar.
Y fue igual de contundente cuando abordó temas como los abusos sexuales en la Iglesia, las guerras, el capitalismo agresivo y la corrupción, al afirmar: “El diablo entra por el bolsillo. Piensen esto, sean pobres”.
Pero su legado va más allá de las palabras. Francisco eligió vivir como predicaba. Renunció a los lujos del Palacio Apostólico y prefirió la sencillez del apartamento 201 de la Casa Santa Marta.
Rechazó la parafernalia de la vestimenta papal: no usó la tiara, ni la capa de armiño, ni los tradicionales zapatos rojos de sus antecesores.
Su única joya fue el anillo del pescador. Incluso en sus viajes mantenía la coherencia: pedía alojamientos modestos y evitaba comitivas fastuosas.
Fue, además, un puente entre credos. Promovió el diálogo interreligioso con una convicción pocas veces vista en un Papa.
Se reunió con líderes del islam, del judaísmo, de las iglesias ortodoxas, del budismo, mormones… Con cada encuentro, apostaba por una fraternidad universal basada en el respeto y la cooperación, más allá de dogmas. Un gran desafío para el siguiente Pontífice. Como dijo el cardenal y arzobispo de Santiago, Fernando Chomalí: “dejó la vara alta”.
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