El caso Epstein sacude a Trump y alcanza a la monarquía británica en 2025
Congresistas demócratas difundieron correos del pederasta Jeffrey Epstein que revelaron que Donald Trump conocía sus crímenes.
El llamado caso Epstein volvió a sacudir la política y la realeza en 2025. Nuevas revelaciones colocaron al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en el centro de la controversia. La crisis también alcanzó a la monarquía británica y obligó al rey Carlos III a tomar una decisión inédita contra su hermano Andrés.
La divulgación de correos electrónicos, decisiones legislativas y tensiones internas marcaron un año convulso. Las consecuencias políticas en Washington y el impacto institucional en el Reino Unido ampliaron el alcance de un caso que sigue generando repercusiones a ambos lados del Atlántico.
Presión política y fisuras en el entorno de Trump
Congresistas demócratas difundieron correos del pederasta Jeffrey Epstein que revelaron que Donald Trump conocía sus crímenes. Los mensajes también señalaron que el entonces presidente había pasado “horas” con una de las víctimas. Estas revelaciones intensificaron la presión sobre la Casa Blanca.
Durante semanas, Trump enfrentó batallas judiciales y una fuerte tensión legislativa. La Cámara de Representantes logró el 18 de noviembre los 218 votos necesarios para aprobar una ley que obliga a publicar de forma íntegra los archivos de Epstein. La iniciativa aumentó el desgaste político del mandatario.
Trump atravesaba un momento adverso. Había perdido las elecciones de Nueva York, los comicios locales más importantes del año. Además, su popularidad cayó tras el cierre de Gobierno más largo de la historia. En ese contexto, decidió permitir la liberación de los archivos, que quedaron bajo custodia del Departamento de Justicia. Sin embargo, aún no existe claridad sobre el mecanismo de publicación ni sobre posibles reservas.
La crisis provocó divisiones dentro del movimiento MAGA. Un ejemplo fue el distanciamiento de la representante por Georgia Marjorie Taylor Green. Antes aliada cercana de Trump, renunció a su cargo y decidió respaldar a las víctimas del caso Epstein. El propio Presidente la atacó públicamente por esa postura.
Los más de 20 000 correos divulgados en octubre también afectaron a figuras públicas. Larry Summers, exsecretario del Tesoro y expresidente de Harvard University, renunció a su cátedra tras revelarse intercambios con Epstein sobre asuntos personales y sociales. En los archivos también aparecen como contactos Peter Thiel, Steve Bannon, Elon Musk y otros ejecutivos y donantes vinculados a la red social y política de Epstein.
El impacto del caso en la monarquía británica
La onda expansiva llegó al Reino Unido con la publicación de las memorias póstumas de Virginia Giuffre. Ella había acusado durante años al príncipe Andrés de haber abusado de ella cuando era menor de edad, tras ser “prestada” por Epstein, quien también la violó repetidamente.
En el libro Nobody’s Girl (Chica de nadie), Giuffre relató con detalle tres episodios de abuso atribuidos a Andrés, ocurridos en distintos lugares. Uno de ellos, según su testimonio, tuvo lugar durante una orgía en la que ella estaba rodeada de jóvenes extranjeras que apenas hablaban inglés y que aparentaban ser menores.
Andrés negó de forma reiterada estas acusaciones. Sin embargo, su renuncia a los títulos reales en 2019 y el acuerdo económico alcanzado con Giuffre en 2022, por unos 12 millones de euros, alimentaron las dudas sobre su versión.
Las memorias se publicaron tras el suicidio de Giuffre y en medio de una ola internacional de compasión hacia ella. La presión llevó al rey Carlos III a actuar. En octubre de 2025, decidió retirar a su hermano el último título de príncipe y ordenó su salida de la mansión que ocupaba en propiedades de la Corona, por las que pagaba un alquiler simbólico.
Desde entonces, el príncipe destronado pasó a llamarse Andrés Mountbatten-Windsor. Ese cambio, con ecos aristocráticos, marcó la última concesión del monarca a un hermano cuya conducta comprometió repetidamente a una institución que conserva el apoyo popular, aunque sin el fervor de la era de Isabel II.
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