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El terrorismo arrebató la normalidad a la vida diaria; retomarla llevará tiempo

El reto que tiene el país es regresar a la normalidad. Las acciones para que eso ocurra ya no dependen únicamente de un Gobierno. Es un esfuerzo que tiene varios niveles y actores.El país vive una combinación inédita. Miedo a atentados y secuestros, poco movimiento en las calles. Hay incremento del gasto en seguridad estatal y ciudadana. Existe la sensación de que todos pueden ser secuestrados o extorsionados.

Ante este escenario, las inversiones ya parecen inviables en algunas provincias, como Los Ríos y Esmeraldas, luego del múltiple ataque narcoterrorista.

Este último golpe no es responsabilidad del reciente gobierno de Daniel Noboa, quien ha debido reaccionar ante los criminales que nos han encerrado.

Hay un pasado que ha sido recogido por este Diario durante los últimos 17 añosRafael Correa, por ejemplo, tomó decisiones que los analistas señalan de errores, como la salida de la Base de Manta estadounidense y laxitud en el control de grupos que los calificaba de beligerantes.

Lenín Moreno también falló al ceder al caos de Octubre de 2019 y no controlar con firmeza las nacientes crisis carcelarias. Y Guillermo Lasso no pudo enfrentar la arremetida delincuencial, que también nació en las cárceles. Cada masacre en los presidios hacía que bajara su aceptación ante la ciudadanía.

Pero ya está comprobado que no es únicamente una posible ineficacia del Poder Ejecutivo. Las revelaciones del caso ‘Metástasis’ dejan ver la estela de corrupción en todas las funciones del Estado, que ha lastimado la estabilidad democrática.

En los chats obtenidos por el trabajo de la Fiscalía General del Estado se sabe que, desde los cerebros del crimen organizado, había coordinación para crear el caos. Arrinconar al país con la complicidad de jueces, policías, guías penitenciarios, abogados, incluso, políticos.

La causa detrás de esto es la necesaria desactivación del control estatal para que la cocaína siga fluyendo hacia el norte del continente americano y Europa. Pero también en otras actividades ilegales, como lo reveló recientemente el portal Código Vidrio, en la minería ilegal en Azuay. O como lo denunció este Diario, en Imbabura, y con ganancias millonarias.

La vuelta a la normalidad lleva tiempo

La historia del mundo ofrece ejemplos de que las graves crisis nacionales no se resuelven rápido. Para muestra está Alemania, donde, 50 años después, siguen las secuelas y debates sobre el nazismo y la Segunda Guerra Mundial.

Pero hay que empezar. Los países no desaparecen en la reciente historia mundial. Se levantan.

Ecuador cuenta con un ejemplo cercano que es tiempo que lo tome en cuenta. En Colombia hay un líder que lo consiguió. Álvaro Uribe Vélez llegó a la Presidencia de su país en 2002 y se mantuvo hasta 2010.

Haciendo un breve repaso, Uribe, a quien todavía sus seguidores lo llaman presidente, recibió un país azotado por la inseguridad, el narcotráfico, la crisis de empleo y de productividad. Llegó luego de una campaña política donde ofrecía mano dura, pero un corazón grande.

En el camino fue sumando apoyos, de trabajadores, empresarios, sociedad civil, medios de comunicación y más actores. Así, en conjunto, pudo elaborar un plan que bautizó como de Seguridad Democrática.

Este consistía en elevar el desempeño económico de su país, creando condiciones favorables para el aumento de productividad (algo que claman los empresarios), necesarias para la creación de empresas y empleo (lo que exigen los trabajadores) y la progresiva reducción de pobreza (lo que anhela la población más débil).

Pero algo central en el Plan fue la disminución de la “amenaza terrorista”, que en ese entonces sacudió cruelmente a Colombia. Con el apoyo popular, dando la cara en las regiones más azotadas por los criminales, deslegitimando a los narcotraficantes, inició con el cumplimiento de las condiciones mínimas de seguridad.

Por eso, a sus 71 años de edad, todavía es querido por una significativa parte de la población de su país. La que todavía lo llama, con orgullo, presidente Uribe.

Aprender en cabeza ajena

Actualmente, en Ecuador hay políticos más preocupados por su futuro electoral y con escaso respaldo de los ecuatorianos, que estadistas interesados en cómo alcanzar la unidad para regresar a la normalidad.

Esta estrategia de la política electoral impide la construcción de un consenso nacional alrededor de la inseguridad terrorista.

El caso colombiano enseña que las salidas requieren de paciencia, trabajo, habilidad y de acompañamiento del conjunto de la sociedad. De certezas. De ofrecer condiciones mínimas de seguridad para la reactivación del empleo y empresarial. De sensibilidad con los más vulnerables.

Toda crisis lleva escondida una oportunidad. Pero hay que tomarla o , simplemente, se escapa. (JC)

Fuente:http://www.lahora.com.ec