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Risoterapia con payasos generan algo que no suele escucharse: carcajadas de los niños refugiados en Bangladés
Rodeados por una multitud entusiasta, los acróbatas rivalizan en habilidad mientras la música electrónica sonaba de fondo. Con la cara pintada de blanco, hacen muecas a los más pequeños.
La actividad supone una apreciada distracción en el mar de tiendas superpobladas. Cientos de miles de niños rohinyás viven allí, algunos de ellos, traumatizados por los actos violentos que presenciaron en la vecina Birmania.
«Es hilarante. Nunca había visto nada así. Mis amigos y yo no podíamos parar de reír», cuenta Mohammad Noor, de 10 años.
Este chico huyó de Birmania el mes pasado, tras la muerte de su padre en unos disturbios que la ONU calificó de limpieza étnica. Con su madre y sus tres hermanos y hermanas, viven en un refugio rudimentario del campamento de Kutupalong, donde todo se reduce a sobrevivir.
«Nuestro único objetivo es llevar la risa a los rohinyás», explica Rina Akter Putul, acróbata y única mujer de la tropa circense.
Algunos grupos de teatro de Bangladés se han puesto por objetivo distraer a unas personas que vivieron una situación angustiosa, ofreciendo con sus actuaciones una «terapia de la tragedia».
Así, un grupo actuó para los supervivientes del Rana Plaza, un taller textil que se derrumbó en 2013 y en el que murieron 1.100 personas. Otros artistas organizaron actuaciones en un pueblo en el que 50 niños fallecieron en un accidente de carretera.
«Hacer reír a la gente es una tarea difícil, particularmente para quienes perdieron a sus padres en el conflicto» en Birmania, afirma Rina Akter Putul. (I)